Aquí, sin más que hacer, me encuentro pensando.. quién sabe en qué.
Sé muy bien que escribir no es lo mío. Lo que no sé es por qué me encuentro haciendo esto.
Esa estrella era mi Lujo
sábado, 15 de junio de 2013
lunes, 10 de junio de 2013
"(...) Cuando vemos siempre a las mismas personas (y esto pasaba en el seminario) terminamos haciendo que pasen a formar parte de nuestras vidas. Y como ellas forman parte de nuestras vidas, pasan también a querer modificar nuestras vidas. Y si no somos como ellas esperan que seamos, se molestan. Porque todas las personas saben exactamente cómo debemos vivir nuestra vida. Y nunca tienen idea de cómo deben vivir sus propias vidas. (...)"
sábado, 1 de junio de 2013
viernes, 31 de mayo de 2013
Esto de escribir, creo, no es lo mío. Pero, ¿quién sabe?
¿Cómo somos capaces de saber lo que realmente sí es para uno? ¿Existe algún tipo de fórmula que lo demuestre? ¿Acaso necesitamos la ayuda de algún adivino o genio escondido dentro de una lámpara mágica? Sería tan fácil si eso fuera así...
Obviamente, esas son cosas que sólo ocurren en las películas, en los cuentos, o en la imaginación de algunos. De vez en cuando no está mal pensar en ese tipo de cosas, aunque bien sabemos que eso solo sucede en nuestras mentes.
Sinceramente, no sé por qué razón me encuentro, acá, ahora escribiendo esto. Puede que sea un lapso pasajero de inspiración, que dure minutos o sólo segundos.
Con todo este tema de la imaginación (y acá es cuando cambio de tema bruscamente), quisiera hablar acerca de una película que vi por segunda vez hace un par de días. La misma, titulada "El efecto mariposa", me dejó pensando en lo siguiente: ¿podemos viajar por medio de nuestros recuerdos al pasado, para así modificarlo y con ello corregir nuestro presente y futuro? Re loco, ¿no? A lo mejor todos tuvimos esos momentos en los que decimos "¿y si hubiera hecho esto en vez de eso?", "¿y si hubiera actuado así en vez de asá?" Pero ya está. Lo hecho, hecho está. Hay que fijar la mirada en el horizonte, y no perderlo de vista. Avanzar sin retroceder, esquivando y superando todos y cada uno de los obstáculos que puedan presentarse. No desanimarse si algo no sucede conforme al plan. Amar cada situación y circunstancia. Amar, siempre amar.
jueves, 30 de mayo de 2013
martes, 18 de diciembre de 2012
martes, 17 de enero de 2012
jueves, 22 de diciembre de 2011
jueves, 15 de diciembre de 2011
jueves, 18 de agosto de 2011
sábado, 30 de julio de 2011
lunes, 11 de julio de 2011
sábado, 9 de julio de 2011
martes, 28 de junio de 2011
El carácter se centra en particular en el aspecto duradero, "a largo plazo", de nuestra experiencia emocional. El carácter se expresa por la lealtad y el compromiso mutuo, bien a través de la búsqueda de objetivos a largo plazo, bien por la práctica de postergar la gratificación en función de un objetivo futuro. De la confusión de sentimientos en que todos vivimos en un momento cualquiera, intentamos salvar y sostener algunos; estos sentimientos sostenibles serán los que sirvan a nuestro carácter. El carácter se relaciona con los rasgos personales que valoramos en nosotros mismos y por los que queremos ser valorados.
lunes, 27 de junio de 2011
domingo, 26 de junio de 2011
viernes, 24 de junio de 2011
martes, 7 de junio de 2011
viernes, 3 de junio de 2011
miércoles, 1 de junio de 2011
martes, 31 de mayo de 2011
Mito de Penélope y Ulises
Penélope, en la mitología griega, hija de Icario, rey de Esparta, mujer de Ulises, rey de Ítaca, y madre de Telémaco.. En la vida de Ulises falta alguien. Alguien que le otorgue calma en las horas de angustia y alivie el peso de su soledad. Para cumplir los designios del Destino, él necesita una compañera.
Elige la mujer más bella de Grecia; Helena, hija de Tíndaro rey de Esparta. Pero cuando llega allí, dispuesto a pedir la mano de la muchacha, se encuentra con una desagradable sorpresa: Helena tiene tantos pretendientes que para conseguirla tendría que desatar una guerra.
Al saber de la presencia de Ulises en su corte, Tíndaro lo manda a llamar inmediatamente. El rey, nervioso, confiesa a su visitante que teme el comienzo de un grave conflicto, desencadenado por la pasión que su hija ha despertado en tantos hombres al mismo tiempo.
Ulises desiste del matrimonio con la princesa. Pero, apenado por la situación de Tíndaro, imagina un ardid que le sería fatal: El hombre elegido por Helena debería ser respetado por los pretendientes rechazados. En cuanto a éstos prometerían ayudar al elegido a conservar a su lado a su mujer.
Tal la condición fundamental para los candidatos a la mano de la bella. O se rendían a la imposición, o perdían la oportunidad de desposar a la princesa.
Con voz grave el rey de Esparta se dirige a la multitud y les comunica el extraño juramento.
Ulises se prepara para dejar la corte de Tíndaro y emprender el viaje de retorno, cuando una figura femenina llama su atención. Es Penélope, prima de Helena, que ha venido a aconsejar a la princesa en indecisión.
Enamorados a primera vista, ambos jóvenes recorren mudos la estancia del palacio. Una fuerza mágica los une en un largo beso. Poco después y como si se conocieran desde hace años parten juntos para Itaca.
Ni los dioses, ni los hombres, ni el propio Destino podrán separarlos definitivamente.
Inclinada sobre la blanca cuna Penélope entona suaves melodías para acunar al pequeño Telémaco. En el balcón Ulises mira el cielo estrellado. Ni Ulises ni Penélope se imaginan que les aguarda una tempestad de acontecimientos contrarios a la alegría y contrarios al amor.
La noticia no tarda en llegar; Helena ha sido raptada por Paris, príncipe troyano, y su marido Menelao, convoca a todos los guerreros griegos para luchar a su lado (Ulises, mudo de espanto recuerda la estratagema que se ideó para ayudar a Tíndaro, los pretendientes de Helena deberían ayudar al elegido a conservar a su mujer).
¿Tendrá que abandonar su familia y su patria por una guerra que no respeta? Desesperado, intenta simular locura, pero Palamedes lo desenmascara poniéndole a su hijo Telémaco en un momento que simulaba furor y locura que el héroe se ve obligado a interrumpir para no matar a su hijo. Entonces Ulises debe partir.
Aunque su marido estuvo ausente durante más de veinte años como consecuencia de la guerra de Troya, Penélope nunca dudó de que él regresaría, y mantuvo fidelidad. La cortejaban muchos pretendientes, que llevaban una vida espléndida y cometían excesos en el palacio de Ulises. . Penélope contuvo sus intenciones con el pretexto de que debía acabar una mortaja que estaba tejiendo para Laertes, su suegro. Cada noche deshacía la labor que había completado durante el día y, por este medio, evitaba tener que elegir un marido. Sin embargo, la estratagema se descubrió al ser delatada por una sirvienta, y los nobles comenzaron a insistir en una inmediata decisión de matrimonio.
A pesar de los veinte años de agonía y espera, cuenta Eumeo, la reina es aún joven y bella. Y vive asediada por decenas de pretendientes que, seguros de su viudez, quieren casarse con ella. Nada consigue alejarlos de palacio. La diosa Palas Atenea puso en su corazón el deseo de mostrarse a los pretendientes, y aunque algo reticente por no haberse acicalado desde el día en que su esposo partió hacia Troya, su vieja ama la animó a hacerlo.
Mientras tanto Ulises había regresado a Itaca, disfrazado de mendigo, y observando la situación.
Al ver al falso mendigo en el umbral de la puerta, los hombres lo abofetean y le arrojan vino en la cara. Llega la noche. Con Telémaco, Ulises reúne todas las armas que consiguen encontrar en palacio y se prepara para el ataque.
Penélope, siempre esperando la llegada del esposo, pero aún sin sospechar que éste sea el forastero andrajoso, entra en la sala donde están los pretendientes y, con una nueva estratagema en la mente, anuncia que desposará a aquel que consiga tirar la flecha con el arco de Ulises, atravesando doce orificios hechos en otros tantos cabos de hachas puestos en fila.
Traen el arma. Uno a uno, los candidatos intentan tender el arco, pero aún usando de toda su fuerza, nada consiguen. Entonces se aproxima el anciano mendigo. Todos se burlan de su figura grotesca. Lo desafían. El finge gran esfuerzo para tender el pesado arco. Pero alcanza el blanco fácilmente y, después, riendo, vuelve a colocar flechas en el arco y mata uno a uno los pretendientes.
Al saber Penélope de quien se trata, la reina no puede creer en tanto bien, tanta alegría. Como loca, sale corriendo por los salones del palacio en busca de su marido. Lo encuentra sin tardar. Frente a frente, en el centro de la sala, los esposos se miran extasiados. Después lentamente sin hablar palabra entran en el cuarto conyugal. Y se aman como si fuese la primera vez, como en su luna de miel.
Elige la mujer más bella de Grecia; Helena, hija de Tíndaro rey de Esparta. Pero cuando llega allí, dispuesto a pedir la mano de la muchacha, se encuentra con una desagradable sorpresa: Helena tiene tantos pretendientes que para conseguirla tendría que desatar una guerra.
Al saber de la presencia de Ulises en su corte, Tíndaro lo manda a llamar inmediatamente. El rey, nervioso, confiesa a su visitante que teme el comienzo de un grave conflicto, desencadenado por la pasión que su hija ha despertado en tantos hombres al mismo tiempo.
Ulises desiste del matrimonio con la princesa. Pero, apenado por la situación de Tíndaro, imagina un ardid que le sería fatal: El hombre elegido por Helena debería ser respetado por los pretendientes rechazados. En cuanto a éstos prometerían ayudar al elegido a conservar a su lado a su mujer.
Tal la condición fundamental para los candidatos a la mano de la bella. O se rendían a la imposición, o perdían la oportunidad de desposar a la princesa.
Con voz grave el rey de Esparta se dirige a la multitud y les comunica el extraño juramento.
Ulises se prepara para dejar la corte de Tíndaro y emprender el viaje de retorno, cuando una figura femenina llama su atención. Es Penélope, prima de Helena, que ha venido a aconsejar a la princesa en indecisión.
Enamorados a primera vista, ambos jóvenes recorren mudos la estancia del palacio. Una fuerza mágica los une en un largo beso. Poco después y como si se conocieran desde hace años parten juntos para Itaca.
Ni los dioses, ni los hombres, ni el propio Destino podrán separarlos definitivamente.
Inclinada sobre la blanca cuna Penélope entona suaves melodías para acunar al pequeño Telémaco. En el balcón Ulises mira el cielo estrellado. Ni Ulises ni Penélope se imaginan que les aguarda una tempestad de acontecimientos contrarios a la alegría y contrarios al amor.
La noticia no tarda en llegar; Helena ha sido raptada por Paris, príncipe troyano, y su marido Menelao, convoca a todos los guerreros griegos para luchar a su lado (Ulises, mudo de espanto recuerda la estratagema que se ideó para ayudar a Tíndaro, los pretendientes de Helena deberían ayudar al elegido a conservar a su mujer).
¿Tendrá que abandonar su familia y su patria por una guerra que no respeta? Desesperado, intenta simular locura, pero Palamedes lo desenmascara poniéndole a su hijo Telémaco en un momento que simulaba furor y locura que el héroe se ve obligado a interrumpir para no matar a su hijo. Entonces Ulises debe partir.
Aunque su marido estuvo ausente durante más de veinte años como consecuencia de la guerra de Troya, Penélope nunca dudó de que él regresaría, y mantuvo fidelidad. La cortejaban muchos pretendientes, que llevaban una vida espléndida y cometían excesos en el palacio de Ulises. . Penélope contuvo sus intenciones con el pretexto de que debía acabar una mortaja que estaba tejiendo para Laertes, su suegro. Cada noche deshacía la labor que había completado durante el día y, por este medio, evitaba tener que elegir un marido. Sin embargo, la estratagema se descubrió al ser delatada por una sirvienta, y los nobles comenzaron a insistir en una inmediata decisión de matrimonio.
A pesar de los veinte años de agonía y espera, cuenta Eumeo, la reina es aún joven y bella. Y vive asediada por decenas de pretendientes que, seguros de su viudez, quieren casarse con ella. Nada consigue alejarlos de palacio. La diosa Palas Atenea puso en su corazón el deseo de mostrarse a los pretendientes, y aunque algo reticente por no haberse acicalado desde el día en que su esposo partió hacia Troya, su vieja ama la animó a hacerlo.
Mientras tanto Ulises había regresado a Itaca, disfrazado de mendigo, y observando la situación.
Al ver al falso mendigo en el umbral de la puerta, los hombres lo abofetean y le arrojan vino en la cara. Llega la noche. Con Telémaco, Ulises reúne todas las armas que consiguen encontrar en palacio y se prepara para el ataque.
Penélope, siempre esperando la llegada del esposo, pero aún sin sospechar que éste sea el forastero andrajoso, entra en la sala donde están los pretendientes y, con una nueva estratagema en la mente, anuncia que desposará a aquel que consiga tirar la flecha con el arco de Ulises, atravesando doce orificios hechos en otros tantos cabos de hachas puestos en fila.
Traen el arma. Uno a uno, los candidatos intentan tender el arco, pero aún usando de toda su fuerza, nada consiguen. Entonces se aproxima el anciano mendigo. Todos se burlan de su figura grotesca. Lo desafían. El finge gran esfuerzo para tender el pesado arco. Pero alcanza el blanco fácilmente y, después, riendo, vuelve a colocar flechas en el arco y mata uno a uno los pretendientes.
Al saber Penélope de quien se trata, la reina no puede creer en tanto bien, tanta alegría. Como loca, sale corriendo por los salones del palacio en busca de su marido. Lo encuentra sin tardar. Frente a frente, en el centro de la sala, los esposos se miran extasiados. Después lentamente sin hablar palabra entran en el cuarto conyugal. Y se aman como si fuese la primera vez, como en su luna de miel.
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