domingo, 17 de mayo de 2009

Me buscó con la mirada y me contempló confundido. Yo lancé una significativa mirada hacia las guirnaldas de papel.
Se detuvo a considerarlo durante un instante y luego cambio de dirección. Me condujo a través del gentio hacia la puerta trasera del gimnacio. [...] Era capaz de recordar los nombres de todos aquellos que pasaban delande de mi a una velocidad de vértigo. De pronto, nos encontramos fuera del gimnacio, a la suave y fresca luz de un crepúsculo mortecino.
Me tomó en los brazon en cuanto estuvimos a solas. Atravesamos el umbrío jardin sin detenernos hasta llegar a un bando bajo de madroños. Se sentó allí, acunándome contra su pecho. Visible a traves de las vaporosas nubes, la luna lucía ya en lo alto e iluminaba con su nívea luz el rostro de Edward. Sus facciones eran severas y tenía los ojos turbados.
-Qué te preocupa?- le interrumpí con suavidad.
Me ignoró sin apartar los ojos de la luna.
-El crepúsculo, otra vez-murmuró-. Otro final. No importa lo perfecto que sea el día, siempre ha de acabar.
-Algunas cosas no tienen por qué terminar-musité entre dientes, de repente tensa.
Suspiró.
-Te he traido al baile-dijo arrastrando las palabras y contestando finalmente a mi pregunta-, porque no deseo que te pierdas nada, ni que mi presencia te prive de nada si está en mi mano. Quiero que seas humana, que tu vida continue como lo habría hecho si yo hubiera muerto en 1918, tal y como debería haber sucedido.
Me estremecí al oír sus palabras y luego sacudí la cabeza con enojo.
-Y en qué extraña dimensión paralela habría asistido al baile alguna vez por mi propia voluntad? Si no fueras cien veces mas fuerte que yo, nunca habrías conseguido traerme.
Esbozó una amplia sonrisa, pero la alegría de esa sonrisa no llegó a sus ojos.
-Tú misma has reconocido que no ha sido tan malo..
-Porque estaba contigo.
Permanecimos inmóviles durante un minuto. Edward contemplaba la luna, y yo a él. Deseaba encontrar la forma de explicarle qué poco interes tenía yo en llevar una vida humana normal.
-Me contestarás si te pregunto algo?-iquirió mirandome con una sonrisa suave.
-No lo hago siempre?
-Prometeme que lo harás-insistió, sonriente.
-De acuerdo- supe que iba a arrepentirme muy pronto.
-Parecías realmente sorprendida cuando te diste cuenta de que te traía aquí-comenzó.
-Lo estaba-interrumpí.
-Exacto-admitió-, pero algo tendrías que suponer. Siento curiosidad... Para qué pensaste que nos vestiamos de esta forma?
Sí, me arrepentí de inmediato. Fruncí los labios, dubitativa.
-No quiero decírtelo.
-Lo has prometido-objetó.
-Lo sé.
-Cuál es el problema?
Me di cuenta de que él creía que lo que me impedía hablar era simplemente la vergüenza.
-Creo que te vas a enfadar o entristecer.
Enarcó las cejas mientras lo consideraba.
-De todos modos, quiero saberlo. Por favor.
Suspiré. Él aguardaba mi contestación.
-Bueno, supuse que iba a ser una especie de... ocasión especial. Ni se me pasó por la cabeza que fuera algo tan humano y comun como... ¡un baile de fin de curso!-me burlé.
-Humano?-preguntó cansinamente.
Había captado la palabra clave a la primera. Obsevé mi vestido mientras jugueteaba nerviosamente con un hilo suelto de gasa. Edward esperó en silencio mi respuesta.
-De acuerdo-confesé atropelladamente-, albergaba la esperanza de que tal vez hubieras cambiado de idea y que, despues de todo, me transformaras.
Una decena de sentimiento encontrados recorrieron su rostro. Reconocí algunos, como la ira y el dolor, y, después de que se hubo serenado, la expresión de sus facciones pareció divertida.
-Pensaste que seria una ocasion para vestirse de tiros largos, a que sí?-se burló, tocando la solapa de la chaqueta de su traje de etiqueta.
Torcí el gesto para ocultar mi vergüenza.
-No sé como van esas cosas; al menos, a mí me parecía mas racional que un baile de fin de curso- Edward seguía sonriendo-. No es divertido-le aseguré.
-No, tienes razon, no lo es-admitió mientras se desvanecia su sonrisa-. De todos modos, prefiero tomarmelo como una broma antes que pensar que lo dices en serio.
-Lo digo en serio.
Suspiró profundamente.
-Lo sé. Y eso es lo que deseas de verdad?
La pena habia vuelto a sus ojos. Me mordí el labio y asentí.
-De modo que estás preparada para que esto sea el finla, el el crepúsculo de tu existencia aunque apenas si has comenzado a vivir-musitó, hablando casi para sí mismo-. Estás dispuesta a abandonarlo todo.
-No es el final, sino el comienzo- le contradije casi sin aliento.
-No lo merezcon- dijo con tristeza.
-Recuerdas cuando me dijiste que no me percibía a mi misma de forma realista?- le pregunté, arqueando las cejas-. Obviamente, tú padeces de la misma ceguera.
-Lo sé.
Suspiré.
De repente, su voluble estado de animo cambió. Frunció los labioas y me estudió con la mirada. Examinó mi rostro durante mucho tiempo.
-Estás preparada, entonces?- me preguntó.
-Esto...-tragué saliva-. Ya?
Sonrió e inclinó la cabeza hasta rozar mi piel debajo de la madíbula con sus fríos labios.
-Ahora, ya?- susurró al tiempo que exhalaba su aliento frio sobre mi cuello. Me estremecí de forma involuntaria.
-Sí- contesté en un susurro para que no se me quebrara la voz.
Edward si iba a llevar un chasco si pensaba que me estaba tirando un farol. Ya había tomado mi decisión, estaba segura. No me importaba que mi cuerpo fuera tan rigido como una tabla, que mis manos se transformaran en puñosy mi respiración se volviera irregular... Se rió de forma enigmatica y se irguió con gesto de verdadera desaprobación.
-No te puedes haber creído de verdad que me iba a rendir tan facilmente- dijo con un punto de amargura en su tono burlón.
-Una chica tiene derecho a soñar.
Enarcó las cejas.
-Sueñas con convertirte en un monstruo?
-No exactamente-repliqué. Fruncí el ceño ante la palabra que habia escogido. En verdad, era eso, un monstruo-. Mas bien sueño con poder estar contigo para siempre.
Su expresión se alteró, mas suave y triste a causa del sutil dolor que impregnaba mi voz.
-Bella-sus dedos recorrieron con ligereza el contorno de mis labios-. Yo voy a estar contigo... no basta con eso?
Edward puso las yemas de los dedos sobre mis labios, que esbozaron una sonrisa.
-Basta por ahora.
Torció el gesto ante mi tenacidad. Esta noche ninguno de los dos parecia darse por vencido. Espiró con tal fuerza que casi pareció un gruñido.
Le acaricié el rostro y le dije:
-Mira, te quiero más que a nada en el mundo. No te basta eso?
-Sí, es suficiente-contestó, sonriendo-. Suficiente para siempre.
Y se inclinó para precionar una vez más sus labios fríos contra mi garganta.